sábado, 11 de enero de 2014

Incertidumbre

No consigo echarle cara a esa parte de mi que me limita, y no me deja apreciar lo bueno de la vida.

No trato de ser la más feliz del mundo ni mucho menos, pero estoy cansada de estar llena de dudas y de miedos, de luchar contra mi misma. No se hace justicia a que los días se me pasen porque sí, a que las horas las mate a base de golpes de quebraderos de cabeza. No logro darme de bruces con la racionalidad que necesito. Por suerte o por desgracia, todo en mí es absolutamente emocional y no encuentro lugar para un brote de razón que me ayude a ver las cosas con más claridad, que me saque de este agujero negro. En estos dos últimos meses siento que no he dejado de luchar contra mis propios fantasmas, que siempre me recuerdan que pierdo más que gano. Busco un resquicio de luz que se me apaga al segundo de iluminar mi alma, que se marcha sin causa aparente. 

La vida puede ser maravillosa, pero yo he olvidado como apreciarla. Me despierto y ya estoy deseando volver a dormirme. Mis pies no quieren avanzar, se frenan en seco ante una rudimentaria desmotivación. Empieza el día y yo sólo pienso en que llegue la noche. Porque sí, yo me evado de mis conflictos durmiendo. Soy capaz de dormir todas las horas que hagan falta y despertarme lo más tarde posible, lo más cerca a la caída del día para poder fantasear otra vez con la idea de volver a dormir. Además, sé que algo no va bien porque me duele constantemente la cabeza y los dolores se me acentúan cuando estoy preocupada o nerviosa. Es como si las sienes me fueran a reventar de un momento a otro.

También estoy empezando a aislarme otra vez del mundo y comenzar a vivir en el mío propio. Me cierro tanto que me olvido de todos. "No quiero saber nada de nadie". No sé si es que no se pedir ayuda o simplemente no quiero que me ayuden. ¿Demasiada caña para un alma herida? Tal vez. Pero me enorgullece levantarme sola y seguir siempre adelante. Y sí, tal vez debería contar más con los demás en los malos momentos, pero el motivo real por el que creo que no lo hago es porque tengo unas expectativas demasiado altas de la gente a la que quiero y pienso que si no las cumplen me sentiré decepcionada,. Siempre fui de extremos, puedo pasar de ser la persona más confiada del mundo a la más desconfiada y de la más feliz a la más triste en cuestión de segundos.

Así que, después de todo este repaso que me estoy dando, llego a la firme conclusión de que algo no va bien. Sé que hay mucha angustia dentro de mí, pero no acierto a saber por qué. Sé que, sobre todo, tengo miedo. Ese miedo que nos paraliza, que nos impide ver con claridad y objetividad, que nos confunde y nos hace tantísimo daño. Tal vez sienta que mi horizonte está lleno de incertidumbre. Y si Kant decía que "la inteligencia de una persona se mide por la cantidad de incertidumbres que es capaz de soportar", está claro que a mí, en este período de mi vida, me ha tocado ser la más torpe del lugar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario