lunes, 9 de septiembre de 2013

A los que no me conocen

Qué manía de enredarnos en dolores innecesarios con la misma pasión que la primera vez, como si no hubiera final. Cuánto empeño en arriesgarnos a salir escaldados, rotos por todas partes, agarrándonos a una esperanza irreal, fantasma, absurda, que nos arrastra hacia la perdición. Sabiendo que nos caeremos, decidimos caernos, porque sí, porque nos anulamos, nos menospreciamos, nos maltratamos. 

Después de tantos años conviviendo con el dolor y el fracaso, es difícil enfrentarse a lo bonito, porque estamos tan acostumbrados a vivir con tantas mochilas a nuestras espaldas que no sabemos manejar las instrucciones del sabor de una nueva oportunidad. Porque arrastramos los miedos y las inseguridades que el pasado nos hizo pagar a un precio muy caro. Toda esa gente que nos hizo daño no son más que meras piedras en el camino, en ocasiones, difíciles de saltar. Pero debemos ser más listos que todo eso, mirar hacia delante, sacar nuestra esencia y aprender de nuestros propios errores para no volver a cometerlos, para no volver a caer en las garras de aquellos que jamás merecieron estar en nuestra vida.

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